sábado, 27 de noviembre de 2010

Nadie


Para Mafa

Eduardo Galeano lo dice mejor que nadie en su poema:

LOS NADIE

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadie con salir
de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a
cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca.

Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los
nadie la llamen,
aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie
derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la
prensa local.

Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Los winik (choles)

Los choles son los winik entre sí, del vocablo maya que significa "hombre, varón"; son "los milperos", los hombres creados del maíz que viven y explican su existencia en torno a este grano, alimento sagrado ofrecido por los dioses, principio y fin de la vida, eje central de su concepción del mundo.

La región chol se ubica en la parte noroeste del estado de Chiapas; colinda al norte y al noroeste con el estado de Tabasco. La región consta de tres zonas: la primera es montañosa, la segunda comprende el lado este de la serranía central, donde se encuentran los valles y la tercera zona comprende parte de la serranía que va del municipio de Palenque hasta el fin de las llanuras que limitan el municipio de Ocosingo.

Para los winik, el señor del Cielo creó la Tierra, Tumbalá es el ombligo, el lugar donde todo se formó. Después creó los 12 chuntie winik parecidos a los hombres, para cargarla. La Tierra es plana, ellos se cansan de cargarla y cuando quieren cambiar de hombro, la Tierra se mueve y hay temblores. En el mundo subterráneo, en Wits Ch'en, reina la paz, no hay dolor ni maldad. El señor del cielo pobló el mundo subterráneo con varios espíritus juguetones, benéficos, mediadores entre el mundo celeste y el mundo terrestre.

La base de la economía winik es la agricultura, sobre todo el cultivo de café, la milpa: maíz, frijol, calabaza y frutas, aunque los hombres son activos ganaderos y pescadores incisivos. Las mujeres, por su parte, cultivan una pequeña huerta de legumbres y plantas medicinales.

La existencia de los winik como grandes agricultores gira en torno del calendario agrícola y al comportamiento de la naturaleza. El maíz, elemento central de su cultura, es considerado como un dios. Muchas de las fiestas pueden interpretarse como ritos dirigidos al maíz y a su ciclo agrícola. Después de preparar las tierras de labranza celebran ritos relacionados con la muerte del "dios del maíz".

La función del curandero winik es la de un amigo, psicólogo, confesor y doctor: él reúne al enfermo con las personas más cercanas, los interroga minuciosamente sobre sus pensamientos y acciones que pudieron haber provocado la enfermedad, que diagnostica a través del pulso.

Los winik mantienen una estrecha relación con sus vecinos tzeltales, tzotziles y zoques, pues todos ellos tienen un interés común frente a los mestizos: la defensa y restitución de sus tierras.

Investigación: María Cristina Manca Cerisey
www.ini.gob.mx en 2002

lunes, 15 de noviembre de 2010

Artesanos del otate

Reunión de artesanos del otate de San Juan Tzicatlacoyan, Puebla, en el patio del señor Faustino Castillo. Participaron, además del anfitrión, Pablo Muñoz, Francisco Castillo, Zeverino Morales, José Inocencio González, Marcos Arizpe, Virginio Arizpe, Máximo Muñoz, Edmundo Arizpe, Efrén Flores Ponce y Florentino Arizpe, moderados por el coordinador del taller de creatividad en otate Polo Noyola.
Todos son ancianos con un promedio de setenta años, amigos, parientes muchos de ellos. Los une su obstinación por trabajar el otate (una caña dura, que es una variedad local del bambú) para la manufactura de canastas. La tradición viene de la noche de los tiempos, les fue enseñada por sus padres y abuelos. Pero cada vez hay menos otate silvestre, hay que internarse profundamente en las cañadas de la cordillera del Tentzo para hallarlo, por lo que muchos prefieren comprarlo a comerciantes que lo traen del estado de Guerrero.
El motivo de la reunión es organizar un concurso de lámparas de otate, producto atípico en la tradición. En el transcurso de la junta se decide hacer un segundo concurso de canastas artísticas, algo diferentes a las tradicionales, ambos con el objetivo de escarbar en la creatividad de estos artistas, buscar procedimientos que les permitan hacer nuevas líneas de producción más rentables, distintas a las tradicionales, pero con toda la carga de sabiduría que la práctica de decenas de generaciones len han legado.
Como coordinador del taller no sé exactamente qué estoy haciendo, pero ellos se muestran muy entusiasmados. Les gusta el reto, contradiciendo una supuesta tozudez de los artesanos que no quieren hacer otra cosa que sus productos tradicionales. No, ellos –que por supuesto no son todos, sino una parte de ellos- quieren arriesgarse, buscan asesoría, ideas que les permita crear nuevas cosas.
A continuación muestro la trascripción de la primera reunión llevada a cabo el 8 de Noviembre de 2010. Posteriormente te mostraré el resultado del concurso que se llevará a cabo el 5 de diciembre.

La reunión
En ese tiempo me acuerdo se imagina usted, todos caminábamos por aquí a esta lado, al puente viejo, para ir a tecali, hasta Tepeaca a pie
¿A poco si fuiste a Tepeaca?
Sí, yo si fui, fui varias veces, me llevaba mi papá
Cargados de canastas…
Sí, llevábamos un flete, hacíamos puro (canasto) panadero, porque hacía canasta pero ganaba más poquito; entonces en el canasto, como lleva menos trabajo -la canasta tiene mucho detalle, tiene mucho trabajo-, el canasto no, porque nomás se seca, se remoja, se le hace el dobladillo y ya, vámonos. Y en ese tiempo, se imagina usted, todo el día caminábamos.
Hace 50, 60 años la mitad de este pueblo era de artesanos, hacían canastas de panadero, canastas chicas. ¿qué pasó? Hago un censo de artesanos y cuento seis o siete.
Pues es que ya agarraron otro oficio
Por eso, pues hay ahí una actividad que no solo es una actividad manual, económica, sino cultural. No se están perdiendo solo canastas, se está perdiendo una identidad.
Los hijos ayudan un poquito, pero ya no quieren. Ayer se fueron a divertirse, llegaron ya noche. Ya no los veo.
Tenemos dos opciones don Severino: o agarramos un látigo y les damos con él, cosa que no es recomendable, o nos amoldamos a una nueva visión del mundo. Esos muchachos tienen una nueva visión y hay que respetarla y hay que tratar de comprenderla, porque en la medida en que uno enfrente los dos conocimientos, los juveniles y los de ustedes, nadie va a ganar. Recapitulo… esta gente de Angie, entre ellos yo, como bien dice su papá, don Faustino, no es que se interesen en el canasto, no es que necesiten que usted haga tal cosa o no la haga, esa es una consecuencia. Esa gente lo que necesita es afirmarse a sí misma en primer lugar, mediante la afirmación de ustedes. Me explico, México se nos esta desmoronando en las manos, señores, si no hacemos cosas, lo único que nos va a quedar en las manos son hamburguesas McDonals, olvídense de culturas, nos estamos volviendo gringos. Nosotros vemos que esta pequeña cosita, los canasteros del otate, es un granito en ese mar de arena que es la cultura mexicana, pero en ese granito nosotros podemos hacer lo nuestro, lo propio, que es preservar, ayudar que estas tradiciones se conserven de algún modo, para que los jóvenes que no quieren trabajar el otate, porque les fa flojera, entiendan el valor de esas labores.
Muy entre nosotros, hay un señor que no sé cómo le haga. Cada quien se acomoda a su trabajo y él se compró un lote por Tepeaca. Y dice que en Tepeaca, ahí mismo donde estaba trabajando, ahí mismo lo iban a traer, aunque sea uno o dos, ahí mismo le compraban, en su casa. Y le decía a su hijo: “¿no te da vergüenza de estar haciendo tus chiquihuites aquí, escóndete por allá adentro?” Y por qué me va a dar vergüenza, con este trabajo crecieron y ahora son grandes. Es una fuente de trabajo donde yo soy el patrón y yo soy el peón. Hago como yo quiera, levanto y trabajo y si quiero acostarme un rato lo hago, nadie me va a gritar “por qué estas durmiendo”. Si me ocupa alguien me: dice vas a hacer esto, y si estoy acostado boca arriba me dice: mañana ya no vienes, porque ya no tengo trabajo para ti. Si se tiene un patrón hay que andar movidito. Hay que hacer chillar la máquina aunque no haga uno nada.
Acá no, acá son ustedes sus jefes.
Aquí yo soy el jefe y yo soy el criado, yo soy el patrón y sé cuánto me voy a ganar de ganancia en la semana. Si más trabajo gano más dinero. Saliendo de órbita del programa este, me invitaron a participar, a que nosotros, como hacemos nuestra artesanía, le echamos ganas
Pero hay que hacer artesanías que son nuevas para nosotros
Pues ha de ser un poquito complicado, porque en primer lugar lo sabemos tejer. Pero no sabemos cómo va a hacer la pieza porque no la sabemos hacer. Hacemos canastas chicas, grandes. Si hago grandes bajita la mano me estoy ganando ciento veinte pesos diarios, y si hago chiquitos, cuanto me estaré ganando treinta, sesenta pesos.
Ahí es donde viene el secreto, uno viene de chismoso. Sucede que ese chiquito, si le ponemos un foquito, va a valer cuatro veces lo que el grande.
Bueno, tal vez así nos conviene. Porque ese chiquito con sus adornitos tiene sus detalles.
Bueno, bueno, es un ejemplo, je je.
Le platicaba que hay algunos que no lo trabajan todo, luego yo pongo un rule, puedo hacer chiquito o grande, pero me cuesta mucho el chiquito. Entonces si son grandes me hago dos, pero si son chiquitos haré tres o cuatro, y así no resulta
Es un asunto de tiempo y de economía, más que de tamaños.
Es que el chiquito no gasta mucho otate, me ahorro en material.
Esa es la única virtud que tiene. Bueno, era un ejemplo lo del foquito, un ejemplo de lo que nosotros queremos ponerles en este taller. Cada uno de ustedes va a hacer una lámpara, les voy a traer, a donar el soquet, el foco, el cable, el apagador, la clavija, todo el sistema eléctrico. Usted me dice: “sabe que yo, porque soy muy excéntrico, voy a hacer una lámpara que necesita 20 metros de cable”, yo le traigo los veinte metros de cable. No importa. Esa lámpara, la lámpara más interesante, la vamos a pagar a mil pesos.
Ah… bravo… (aplausos y risas)
El próximo 4 de diciembre. Tenemos tres semanas y media para hacer la lámpara. Uno de ustedes va a ganar mil pesos; otro, el segundo, va a ganar una licuadora o algo así. Y el tercero también ganará algo.
Como lotería ¿no?
No, no, concurso, y vamos a tener que aceptarlo a lo macho. Si gana él felicidades, si gana él, también. El jurado van a ser personas totalmente ajenas que califiquen con su propio criterio. La lámpara prende y apaga, vea cómo funciona. Ese es el reto ¿como la ven?
Pues vamos a intentarlo.
Lo peor que sucederá es que el cuarto lugar ya no ganará nada
Como el juego del volibol
Como en todos los juegos, si pierde usted se lleva su lamparita y la pone en su buró. Eso es lo que va a ganar. Yo no tengo absolutamente nada que enseñarles, yo vengo a aprender aquí con ustedes, a tratar de entender que significa tejer el otate, por lo tanto es ridículo pensar que voy a enseñar algo. No, yo vengo a aprender, yo lo que voy a darles son algunos tips de los que las tiendas en Puebla y la ciudad de México quieren y venden, les voy a traer fotografías de lo que se hace en Alemania, en Hong Kong, en la ciudad de México, en Tijuana, en Los Ángeles, y ahí vemos. No se trata de meterle otate a lo loco, hay que meterle arte. Ustedes son artesanos y vean cómo empieza la palabra. Artesanos, ustedes son artistas.
Sí, pues.
No tengo mucho más qué decir, ese es el planteamiento y esa es la fórmula que les proponemos, tenemos tres semanas para trabajar, cada semana nos podemos ver, pero ya en un plan de trabajo.
Cómo va la cosa, qué es lo que se está haciendo…
Sí señor, y como yo me parezco mas a los jurados que ustedes, de repente ahí mi opinión puede ser útil, ahí puede estar quedando feito, sucio; que quede fina, que quede elegante la lámpara.
Y seria un supervisor
Yo sería supervisor, yo estoy de este lado, el jurado es nuestro enemigo, al que hay que vencer. Entonces hacemos equipo y les damos una sorpresa.
Sorpresa de las grandes.
Sí, señor.
Es como cualquier otro trabajo: se apuesta, se gana o se pierde.
Ahora, si ustedes hacen dos lámparas o tres, pues tienen tres oportunidades de ganar.
Estaba viendo un diseño que me enseño Angie de una canasta, que si se las enseñara a ustedes se reirían mucho, porque no tiene pies ni cabeza. Una forma de definir esa canasta es la de un desmadre, porque está toda torcida y el tejido no tiene líneas correctas. Sin embargo esa canasta cuesta diez mil pesos. Entonces se les quita la risa a ustedes, dirán “ah, jijo, eso es mucho dinero”.
¿Pero dice que no sabe por dónde empieza ni por donde termina la trama?
La mejor forma de describirla es como un desmadre, no tiene pies ni cabeza, van las cosas así, es un galimatías.
Es un rompecabezas.
Así es, es un ejemplo para que vean por dónde debemos ir. No tiene que ser… no, espérenme, nada de que “no tiene…”, voy a quitar esa palabra de mi vocabulario, el “no tiene”. Aquí todo tiene, no hay límite, todas las formas y los materiales pueden tener cabida aquí. Yo me pregunto algo, pasando a un segundo capitulo, respecto al otate. Yo veo que don Faustino fue a comprar otate, lo compró por ahí, cada vez lo venden más carito, le ponen un pesito más al palo.
Lo que pasa es de que Angie me encargó unos diseños de canastas, pero para empezarlo requiere que esté correoso, entonces del otate seco que tenía, aunque lo remoje yo no se puede, se rompe; entonces las canastas normales que siempre hacemos, lo remojo y luego ya después, cuando lo volteo, veo que está reventado.
Como uno sabe, uno ve al tejer como que no cerró, pero a la hora que hay que remojarlo de nuevo, se truena.
Pero como uno sabe el tejemaneje, entonces yo lo remiendo con otro pedacito por ahí. Se lo decimos a usted porque usted está con nosotros. Yo lo vendo así.
Le hace brujería...
Entonces decimos híjole… me trajo unos modelos, como cuatro, que tengo que hacerlos, y no crean que es tan fácil. Hay otros también que no son tan tontos como nosotros. Entonces las pidieron cuadradas, pero ahorita voy por ellos, pero voy a volver a platicarles… (va por las canastas)
Venimos a presenciar para hoy cómo son los modos para trabajar esto, para hacer esto, porque si no, no vamos a poder porque aunque este, como dice don Faustino, aunque estemos los dos, pero consideramos no poder. ¿Se apunta uno o qué?
No se preocupe, esta lista la hicimos preguntándole a don Faustino de los artesanos que hacen otate, que vemos que son como diez. Ustedes, que ya tiene edad, acuérdese, hace cincuenta años, antes, eran muchos más. Entonces ¿qué hacer? nos sentamos aquí en la resolana y vemos cómo desaparecen, que es lo que estamos haciendo, cruzándonos de brazos, o hacemos algo.
Tenemos vida y lo que nos queda es trabajar para algo, no es para hacer un dinero grande, pero el deber es trabajar en la vida. Pues digan lo que quieran, pero yo mi modo es trabajar, porque nos gusta trabajar, vaya, ese es nuestro intento, mientras tengamos vida hay que trabajar, cualquier persona me supongo puede trabajar, no en nuestro trabajo, pero trabaja en algo.
Si, don Marcos, sí tiene vida, eso está clarísimo, pero además tienen experiencia, tienen sabiduría. Y son ustedes portadores, herederos, de que abuelos del pasado, un pasado muy lejano, no se sabe. Eso no lo vamos a saber aquí, pero viene de muy atrás, y por desgracia estamos viendo que se pierde, se disipa, porque lo que veo. Se los digo con todo respeto, ustedes ya son personas grandes, así que como vayan ustedes desapareciendo también irá despareciendo esto, la cosa de los antiguos.
Ahora los tiempos van pasando, la gente nunca se acaba, como la canción de la cosecha, pero sí hay más personas que viven, pero ya se dedican a ganar mejor salario, ya se van de ayudantes de albañil, en cualquier trabajo que se puedan acomodar. Y nosotros, como no sabemos, tenemos este trabajo
Por eso, pero van a la ciudad a ganar cincuenta pesos diarios de albañiles. Cómo le hacen los oaxaqueños para tener una industria artesanal viva, pujante, qué hacen ellos bien y qué hacemos nosotros mal. Algo están haciendo bien.
Ahora, hay otra cosa: en los trabajos, todos nos podemos dar una idea de lo que podemos intentar hacer, pero nos vamos por lo mas fácil, un chiquihuite, una canasta, y eso es más fácil que cualquier otra figurita.
Pero eso también es falta de cultura, de asesoría.
Es una falta de ambición, de superación.
De información.
Y de información.
Ustedes no tienen aquí revistas, ni internet. No hay periódicos, pues de dónde va a chupar ideas para tener nuevos productos.
Pues eso sí.
Pues mire, a la mejor usted va a hacer con un otate parado y otro cruzado, y otro otate para que no se caiga, arriba le ponemos un foquito, le ponemos su cable, algo arriba para que no se vea el foquito, y de repente va a ganar mil pesos por esa lamparita que a la mejor se tardó media hora en hacer. Por lo pronto, para darle certidumbre, para que no sea pura palabrería, el 5 de diciembre hacemos la exposición de lámparas, cada uno pone la suya, y el jurado, quién sabe quien será, pero es un gringo como yo, viene y dice esa es la más bonita. Y ahí mismo se le dan mil pesos.
Señores, que como tarea, vamos a suponer, o como pedido, para exponerlo el día 5, vamos a hacer una lámpara, él nos va a traer el cable, el zoquet para que se vea bonito, pero de ahí van a venir como cuando nos hacían examen los profesores, van a venir a calificar otros, entonces nos calificaban y, mismos compañeros profesores o el inspector, entonces así era. Entonces el asunto es que la hagamos más mejor.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La Antropología como sentimiento revolucionario

La antropología mexicana nació en medio de un dilema que no supo resolver: si la disciplina "científica" inaugurada por Manuel Gamio debía ser usada al servicio de la ciencia o, dadas las circunstancias de la postrevolución, al servicio de la política revolucionaria; eligieron la segunda opción; décadas después los antropólogos se rebelaron contra la práctica indigenista, buscaban cambiar las relaciones asimétricas entre pueblos originarios y mestizos, pero fue poco lo que pudieron avanzar y apenas fueron escuchados.

Las ideas fundamentales del indigenismo se mantienen, observó Guillermo Bonfil Batalla a finales de los años sesenta, junto con Arturo Warman y Margarita Nolasco. El ideal de redención del indio se traduce, según Gamio, en la negación del indio. La meta del indigenismo, dicho brutalmente, consiste en lograr la desaparición del indio.1      Y eso que no pudieron imaginar la triste aportación de Televisa y TV Azteca. ¿Qué clase de cultura es la que les estamos ofreciendo? Es la pregunta en los primeros años del siglo XXI. En aquel famoso libro De eso que llaman antropología mexicana, Margarita Nolasco lanza un grito de desesperanza: “¡esto es exactamente lo que no se hace!” No se cambian tales mecanismos, sino que se disfraza la situación con un indigenismo que actúa únicamente sobre la cultura indígena, no sobre las causas del conflicto. Así el indigenismo es parte de un sistema de sometimiento de los indígenas, para un fin determinado: conservarlos sometidos. De aquí la acusación que con frecuencia se hace al indigenismo tradicional de ser un mecanismo de manipulación de los indígenas, para su explotación.2

El sueño de Gamio era acaso un hecho consumado en los años sesenta, pero algo había fallado, algo no había funcionado. O el capitalismo funcional dejaba claras cuáles eran sus prioridades. Decía Fernando Benítez por esos años: “Del lado de los indios está ahora el INI con sus 21 millones de presupuesto anual y sus pequeñas huestes de maestros, antropólogos, ingenieros, abogados, y del otro, como hemos visto, los monopolios, las compañías madereras, los dueños de la industria agrícola, los tinterillos, las metrópolis blancas, los invasores de sus tierras, las extensas y bien organizadas redes comerciales, las autoridades venales y muchas veces los obispos y los curas de los pueblos. La lucha es desigual. Uno solo de los monopolios tiene más personal y desde luego más dinero que el Instituto”.3

¿Qué tan involucrados están los antropólogos mexicanos en la práctica de los institutos indigenistas? Menos de lo que uno podría suponer. A Margarita Nolasco le llama la atención “el bajo número de antropólogos que trabajan en las agencias indigenistas oficiales; una de ellas, incluso, hace varios años que no cuenta con la colaboración de un solo antropólogo”. Pero se convencía a sí misma de la satisfacción de ser el elemento clave en la conformación de las estrategias y los planes que los institutos llevaban a cabo: “De todas formas el indigenismo en México es obra de los antropólogos aplicados, quienes sentaron las bases teóricas y prácticas al respecto, las mismas que mecánicamente, sin revisiones sistemáticas, se utilizan corrientemente”.4 ¿Orgullo o golpes de pecho?

Había poco de lo cual estar orgullosos, aún haciendo revisiones. La antropología establecida como estrategia de asimilación del Instituto Nacional Indigenista (INI) desde 1948, nunca se volteó a ver a sí misma. “La crítica se había suplido por el nombramiento –aprecia Arturo Warman, que lo vivió en carne propia-. Solo se permitía la originalidad en los niveles secundarios, pero el pensamiento no podía atentar contra los conceptos básicos que estaban consagrados como dogmas por el poder.5 Según el funcionario salinista lo que ahí se produjo durante medio siglo fue un pensamiento ateórico, “incapaz de generalizaciones o de análisis sin complejos”. No se generó una corriente creadora, original e independiente y en cambio “se ha propiciado el cultivo del eclecticismo estéril que escoge acríticamente teorías de nivel intermedio, sin tomar en cuenta su contexto original. Resulta, en los mejores casos, una obra incongruente, y en los más, francamente contradictoria”.6

El pensamiento antropológico mexicano se desarrolló en instituciones que no perseguían fines científicos, a decir de los propios antropólogos, y en donde se establecieron límites precisos para su desarrollo y sus estudios frecuentemente fueron víctimas de la censura. O bien, comprados. “Los antropólogos, más que rebelarse, se han incorporado con entusiasmo al sistema burocrático –afirma Warman-. Han procurado establecer derechos gremiales pagando con su propia independencia”. Y cuando ejercieron la crítica y aportaron algo a la teoría, aparecía la represión en forma de cárcel por malversación de recursos, ceses justificados con artimañas burocráticas o despidos sin contemplaciones. Por lo tanto, la mayoría “han condenado y perseguido la audacia y la originalidad en defensa de sus derechos corporativos”.7

Pero, bueno, dirás que no hay que exagerar en el alegre vilipendio a una profesión que, en realidad, ha sido pésimamente utilizada, aún si su labor era la de manipular al indígena o llevar y traer al industrialismo. Basta con acercarse al catálogo del INAH, del INI, para apreciar el varipinto material producido por los antropólogos nacionales. Las investigaciones están determinadas por los puntos de vista adoptados con respecto al problema indígena. Pero ¿qué investigan? En su página de internet, la escuela nacional de antropología e historia presentaba en 2005 sus investigaciones antropológicas vigentes. Eran 27 investigaciones de estudiantes de antropología e historia, siete sobre pueblos originarios. Veinte de ellas podrían ser de otras disciplinas, aplicaciones de estudios de mercado. Tendencias de desarrollo sustentable en el estado de Oaxaca. Temas de corte industrial, impacto cultural y laboral del desarrollo de la agroindustria azucarera mexicana, Antropología de los mercados, Empresas y migración; Mercado de trabajo, Dinámicas regionales en Orizaba y Córdova; Tecnología y cultura. Otros vinculados con la literatura: La construcción simbólica de las noches urbanas, Antropología de la violencia, Antropología de las creencias y del pensamiento complejo. otras investigaciones claramente sustentadas en la sociología y la historia: Participación política de las mujeres en México; Ser mujer en México hacia el siglo XX, Historia social agraria en Dolores Hidalgo, Guanajuato y El contexto sociocultural de los hermanos Flores Magón. Otros históricos: Historia de la conciencia americana, El movimiento gay en México y Movimientos sociales o ambientalistas: Cultura y contaminación en el Distrito Federal; Relaciones de poder y formas de gobierno; Cultura y medio ambiente; Ciudad y territorio urbano.

De los siete relacionados con pueblos originarios, dos de ellos con la palabra indígenas en el título: Sistema de cargos en la meseta purépecha; La presencia del indio en la narrativa latinoamericana; Efectos de las reformas al artículo 115 constitucional en los municipios indígenas; Etnografía de México; El impacto de la modernidad en el sistema de fiestas de Xochimilco; Pueblos y entorno urbano y Actores sociales en la flora medicinal.

Margarita Nolasco aprecia en su dedicado análisis de las investigaciones antropológicas mexicanas, que fue su aportación al polémico libro De eso que llaman antropología, que los estudios mexicanos se destacaban por considerar solo a los indígenas, los ven aislados, en forma tal que se hace abstracción del mundo mestizo que los rodea y se les estudia únicamente a ellos, como una realidad ficticia, casi sin ver los nexos con sus vecinos no indígenas. En este aspecto, observa Nolasco, la antropología se comporta como una clásica ciencia social colonialista. Ejemplos de ellos son estudios como el de la Tarahumara por Plancarte (1954), el de la Mixteca nahua tlapaneca por Muñoz (1963) o el estudio comparativo de la organización mixteca de Ravicz (1965)

Otras investigaciones consideran al indígena aislado, pero que también buscan rasgos culturales de origen prehispánico, o los elementos que han mostrado especial conservatismo, como lo hacen Wietlaner y Castro en dos pueblos de la Chinantla (1954), o Weitlaner en el norte de Oaxaca (1961). En general los estudios abordan casi todos los aspectos de la cultura en forma descriptiva y dando frecuentemente algunos datos históricos, pero no analizan el problema indígena: el marco de explotación colonial dentro del que viven. Los datos aportados por este tipo de estudios son válidos, por un lado, para la solución de ciertos irritantes problemas que se dan por la fricción interétnica, y por otro lado ayudan a un mejor conocimiento de “lo indígena” y su resistencia al cambio. Recuérdese al respecto que si bien son el español y el mestizo los que crean al “indio” –como colonizado, como ser sometido, como problema-, es este el que crea “lo indígena”, un principio básico de resistencia que además de permitirle una autodefinición se opone al cambio, como un mecanismo de defensa o un intento, más que primario, de liberación. En general los estudios que se refieren al sistema de cargos, al gobierno tradicional indígena, a la fiesta del pueblo, al vestido, al mundo de las creencias, al idioma, etcétera, quedan dentro de esta categoría”, concluye Nolasco.

Otros especialistas aprecian con menos entusiasmo la producción antropológica nacional sobre nuestro país, resultando mejor la extranjera. Enrique Florescano en un ensayo para la revista Nexos dice que “en el caso de la arqueología y la antropología (los campos que en 1930-1950 definieron la identidad nacional) la mayoría y los mejores estudios publicados son obra de autores extranjeros, principalmente norteamericanos. (...) En el caso de la arqueología olmeca y maya el predominio extranjero es absoluto”.8

Entonces se inicia una reflexión que anuncia caminos pero no destinos. “Si hay un verdadero interés en resolver el problema indígena, es más que urgente una reorientación del indigenismo –opina Margarita Nolasco-. Es necesario que el indigenismo deje de ser un mecanismo colonial más, para ser un indigenismo de liberación. Llaman la atención las limitaciones que ha mostrado hasta ahora la antropología para dar variedad de soluciones al problema indígena”.Pero en verdad pocas son sus salidas, que no sea la guerrilla en las montañas o la sublevación nacional de las burocracias. ¿Es el subcomandante Marcos el único antropólogo congruente del indigenismo mexicano?

La academia antropológica tampoco goza de muy buena reputación. Desde las andanadas contra la academia antropológica de Octavio Paz en los años ochenta, a la actualidad, la crítica ha cambiado poco. Octavio Paz observó que era revelador el hecho de que entre los investigadores de la faz oculta de México no existan nombres mexicanos. Esta indiferencia la atribuye Paz a la deformación profesional de los antropólogos de nuestro país debido a prejuicios cientistas. Al respecto, dice que los antropólogos mexicanos son herederos de los misioneros y de los brujos, de los sacerdotes prehispánicos. Dice que, como los misioneros del siglo XVI, los antropólogos, más que para conocerlas, se acercan a las comunidades indígenas para tratar de transformarlas e integrarlas a la sociedad mexicana. Paz afirma que a diferencia de los misioneros que veían las creencias y prácticas religiosas de los indios como algo realmente serio, para los antropólogos mexicanos modernos solo constituyen aberraciones y errores, que clasifican y catalogan "en ese museo de curiosidades y monstruosidades que se llama etnografía".10

“La escuela ha dejado de pertenecer a la nación y de servir al Estado –dice Enrique Florescano en su ensayo para Nexos-, y en lugar de ser una institución pública es un dominio sindical, corporativo, pero sustentado con los impuestos de los trabajadores efectivos del país.11 O bien, como lo expresaba Fernando Benítez: “El etnólogo ha estudiado la situación de un grupo, ha entrevisto la posibilidad de remediarla y cuando al fin su trabajo sale impreso, el éxito académico no compensa en modo alguno la amargura de saber que sus conclusiones han caído en el vacío. El político rara vez toma en cuenta al antropólogo. Por ello, las ciencias sociales son una ocupación de eruditos, una elaboración condenada a no llevarse a la práctica. Y sin embargo, el etnólogo debe aceptar su destino, sobreponerse a su frustración y seguir investigando. Al menos puede transmitir su vergüenza a los otros y la vergüenza, ya se sabe, es un sentimiento revolucionario”.12 La estocada final es de Florescano: “El síndrome corporativista que recorre esas instituciones es responsable también de la baja competitividad académica de sus miembros y de la mediocre calidad de una parte considerable de sus productos. (...) porque desde su entrada (de los investigadores mexicanos) en la institución tienen asegurada su permanencia en ella.13

No fue por falta de ideas. Al menos desde los setenta surgió la necesidad de hacer nuevos estudios; conocer los mecanismos del dominio colonial, hacer tipologías al respecto, estudiar las estructuras del poder en las regiones de refugio, los grupos de presión en la situación interétnica, las relaciones de producción, la estructura de clases y la estratificación étnica. Hay que analizar una y otra vez los datos para llegar a entender algunos fenómenos como, por ejemplo, la diferencia entre dependencia económica, marginalismo, situación colonial, y también cómo la sociedad global margina a ciertos grupos (los indígenas, en este caso), y cómo surgen contradicciones dentro del sistema mismo, por sus grupos marginales, todo esto razonaron los antropólogos críticos. El sentimiento de los antropólogos no era revolucionario, era el resultado de sus observaciones en los pueblos originarios, la visión antropológica que el Estado nunca quiso ver, que se negó a ver.

El problema fundamental para acercarse a la comprensión integral de la filosofía mesoamericana –observa Octavio Paz cuando habla de Carlos Castaneda-, consiste en que deben tomarse senderos diferentes a los tradicionales. Con el uso exclusivo de la razón no se llega al conocimiento profundo de las culturas de Mesoamérica. El meollo de este conocimiento se debe adquirir evitando voluntariamente el uso de la razón o desprendiéndonos de la visión "moderna" del mundo.

Bibliografía

1) Bonfil Batalla, De eso que llaman antropología Mexicana, p. 43
2) Nolasco, Margarita, De eso  que llaman antropología Mexicana, p. 82-83
3) Benítez, Fernando: Los indios de México, Tomo 1, ERA, 1990, p. 59
4) Nolasco, Margarita, De eso  que llaman antropología Mexicana, p. 87-88
5) Warman, Arturo, De eso  que llaman antropología Mexicana, p. 34
6) Warman, Arturo, De eso  que llaman antropología Mexicana, p. 36-37
7) Warman, Arturo, De eso  que llaman antropología Mexicana, p. 37
8) Florescano, Enrique: Evanescencia de las imágenes de la patria y crisis del proyecto nacionalista 1980-2000, Revista Nexos 331, Julio, 2005, p.32
9) Nolasco, Margarita, De eso  que llaman antropología Mexicana, p. 88-90
10) Marín, Guillermo: Para leer a Carlos Castaneda, http//toltecayotl.org: Leer a Castaneda
11) Florescano, Enrique: Evanescencia de las imágenes de la patria y crisis del proyecto nacionalista 1980-2000, Revista Nexos 331, Julio, 2005, p. 32
12) Benítez, Fernando: Los indios de México, Tomo 1, ERA, 1990, p.67
13) Florescano, Enrique: Evanescencia de las imágenes de la patria y crisis del proyecto nacionalista 1980-2000, Revista Nexos 331, Julio, 2005, p. 34