viernes, 28 de diciembre de 2018

Yaquis en Puebla


Cajeme

Seis meses antes de despuntar el siglo XX los servicios telegráficos de los principales periódicos de la capital informaron noticias alarmantes: una nueva “sublevación” de indios yaquis. Habían pasado casi veinte años del inicio de la llamada “colonización” del noroeste mexicano “infestado de tribus de indios salvajes” que era necesario derrotar para despojarlos de sus tierras bañadas con las aguas del sagrado río Yaquimí.

El gobierno de Porfirio Díaz sabía cómo apaciguarlos, tenía veinte años haciéndolo. La Secretaría de Guerra ordena que se concentren fuerzas federales en el pueblo de Tórim para iniciar la apenas suspendida campaña contra los rebeldes, que tras su última derrota buscaron refugio en la serranía del Bastacate, de donde era materialmente imposible sacarlos.

Peleaban con el ejemplo del sargento republicano José María Leyva, conocido como “Cajeme”, yaqui que estuvo en Querétaro en 1867 bajo el mando de Ramón Corona. Cajeme organizó los gobiernos de los ocho pueblos yaqui: Cócorit, Bácum, Vícam, Tórim, Pótam, Rahun, Hírivis y Béleb. Fue fusilado el 25 de abril de 1887 en Cócorit.

Tatebiate

En este nuevo escenario, el 18 de enero de 1900 se escenifica la batalla en Mazocoba entre yaquis y fuerzas del gobierno, comenzó a las 10 de la mañana y terminó a las seis de la tarde con un saldo de 400 yaquis muertos y numerosos heridos, entre ellos Pablo Ruiz, alias Opodepe y más de mil prisioneros, incluidos mujeres y niños. Juan Maldonado “Tatebiate” escapó por poco, pero moriría abatido en combate el 10 de julio de 1901.

Los métodos del ejército de Porfirio Díaz enrojecerían a los ejércitos más sanguinarios, que no eran pocos. Los federales asaltaban las poblaciones yaquis y mayos y secuestraban a las familias de los combatientes. Muchos preferían arrojarse a desfiladeros de la sierra antes que entregarse, pues se sabía que la suerte de los cautivos era peor que el infierno. Los prisioneros eran enviados a Yucatán y Quintana Roo a trabajar en las haciendas henequeneras y a los campos de chicle.

Las fuerzas del gobernador Rafael Izábal, bajo el mando del general Luis E. Torres, “ahorcan y fusilan en masa” a los pueblos yaquis y mayos, por lo que la deportación a Yucatán era presuntamente apreciada como un salvavidas para los “salvajes” sobrevivientes de las matanzas.

“Depórtese a todos los yaquis para que ya no sean explotados por los ricos de Sonora y no se conviertan en rebeldes”, decían los bienpensantes. En la ciudad de México, en Puebla, en Oaxaca, la gente fue testigo de cómo, a altas horas de la noche, llegaban a la ciudad de México fuerzas del gobierno que conducían infelices indios, mujeres desarrapadas, niños famélicos, que dejaban en los inmundos cuarteles para deportarlos al siguiente o siguientes días a Valle Nacional o cualquier otra de las mortíferas regiones del sur de Veracruz y de Oaxaca; o bien, en grupos numerosos que encadenaban a los indómitos indios, deportándolos al territorio de Quintana Roo, una región propicia a toda clase de fiebres que diezmaba a “la altiva raza”.*

Yaquis itinerantes

Décadas después los remanentes de aquellas migraciones forzadas deambulaban todavía por geografía del sur, lejos de sus tierras arrebatadas, sin casi ninguna propiedad, formando partes de cuadrillas constructoras de cualquier obra que requiriera trabajadores sin apuro, y estuvieran dispuestos a permanecer largas temporadas en un sitio para, al terminar, ir a otro sin causar conflicto.

Fue así que los yaquis llegaron a Puebla como trabajadores de la presa. Doña Viviana Palma me contó sus recuerdos de aquellos singulares compatriotas que para entonces habían sido alienados por la violencia, sin patria y sin esperanzas.

Av. 5 de Mayo, Puebla

Doña Viviana Palma:

El papá de mi marido a fuerza quería que siguiera estudiando, lo quería mandar al Colegio Militar, que no sé qué, que yo me tenía que quedar a vivir con su familia. Y él decía: “No, no y no. Yo trabajaré de lo que sea pero yo no me voy a estudiar.” Que sí te vas. Porque él tenía veinte años igual que yo. “Pues no.” 

Total que encontró un trabajo que no era precisamente lo que él quería, pero ya, salimos. Después me llevó a vivir con su familia y bueno, como dice el dicho, yo tenía que apechugar con todo lo que viniera, porque no había de otra. Después consiguió un mejor trabajo, en Valsequillo, donde se hizo una presa. (Y mire en lo que acabó la presa, ahí, llena de lirio, muy feo. Tanto dinero que se gastó ahí.) Había un hospital, había un comedor, había muchos bungalitos que hicieron de todo tipo, porque la gente del norte que trajeron la acomodaron ahí.  

Para mí fue una experiencia convivir con esas personas porque el acento, sus costumbres, pues no eran los mismas, pero ahí hicieron un campamento, donde tenían los servicios necesarios, seccionado para los ingenieros jefes, que era la mejor; otra sección para los sobrestantes, que era media, y luego otra sección para gente más trabajadora, los albañiles, los peones. Ahí les daban un cuarto chico y otro cuartito. Se formó una colonia. Luego los lavaderos que tenían ahí para toda la gente, como los de San Francisco. 

La mayoría de esa gente se vino del norte, porque allá habían hecho la presa de La Angostura y otras más, por eso se la trajeron a Puebla. Mi marido trabajaba en el hospital, donde tuvo varios puestos, primero era checador, luego donde daban las medicinas, luego a que llevara y trajera a los doctores de Puebla a Valsequillo, de Valsequillo para acá. Ya después nos tuvimos que ir a vivir allá, fue cuando conocí a esa gente con otras costumbres, otras... había yaquis, me llamaba mucho la atención los comales enormes donde cabían unas tortillotas, y la machaca, el machacado de huevo y no sé qué carambas hacían. Y su manera de hablar, que “quítate de aquí, huerco, que pásame el zoquete...” ya hasta que les fui entendiendo qué era cada cosa. 

Fue interesante y eran buenas personas. Muy morenos, mucha gente muy muy morena, pero parejita, toda cafecita, con sus dientes muy blancos, muy altos, muy francos. Yo ni les entendía a veces, solamente las esposas de los ingenieros y los sobrestantes eran diferentes, un poco.


* Casasola, Gustavo, Historia gráfica de la Revolución Mexicana, Tomo 1


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sábado, 10 de noviembre de 2018

Es muy poco común que te digan mamá


No son visibles como los internacionales que saltan el muro, no transitan por desiertos en frías madrugadas, no hacen marchas fabulosas bajo la atención del mundo, pero también son migrantes, también son pobres. Tanto, que no pueden dejar a sus familias en el pueblo, a qué, por eso viajan con ellas. Estos migrantes tampoco hacen nada en la penumbra, son documentados, a veces viajan en autobús, frecuentemente en las bateas de vehículos diversos, cientos y hasta miles de kilómetros en busca de trabajo. Son los jornaleros temporales que habitan unos meses los enormes campos de monocultivo en Zacatecas, Sonora, Chihuahua o Coahuila: ajo, cebolla, sandías; o uva y nogal, como en el caso del ejido La Habana, costa de Hermosillo, Sonora, a donde fui a encontrarme con la profesora Aída de Hoyos Oros, que imparte clases a un grupo multigrado de la escuela primaria Venustiano Carranza. ¿Quiénes son esos niños? Son los hijos de aquellos jornaleros migrantes que traen a sus familias a la cosecha anual. Es septiembre de 2012.

La maestra Aída es licenciada en educación por la Universidad Pedagógica Nacional, UPN, en Sonora, donde recibió las herramientas para enfrentar uno de los más grandes retos de esta singular educación, de nombre Pronim, que es aprender a convivir con diferentes niños provenientes de todas las regiones de la república mexicana.



Platíqueme más de esos retos, profesora.

Uno de los principales es que tenemos que empaparnos de toda su cultura, de sus tradiciones, de su valores también; ese es uno de los principales retos en cuanto a lo multicultural; y en lo pedagógico también, siendo maestra de un grupo multigrado, porque te enfrentas no a un grupo en particular, sino a varios grupos; ahorita estoy dando de tercero a sexto grado, doy los cuatro grados. Entonces es muy difícil, es muy complicado, es planear para los cuatro grados. Esos son los retos que tenemos en lo particular.

¿De dónde vienen estas familias, maestra?

En el caso de aquí, en el ejido de La Habana, son niños que provienen principalmente del estado de Oaxaca, pero por lo general ya están establecidos en el ejido, ya se establecieron aquí; los padres de mis alumnos trabajan principalmente en las camaroneras o en los campo agrícolas de uva –principalmente de jornaleros–, en todo lo que es el camarón, ahorita estamos en la época. Entonces, los padres trabajan hasta doce, trece, catorce horas. Ahorita, aquí en la costa de Hermosillo, particularmente la vid, la uva, y también en una menor proporción lo que es la nuez, también lo que es el nogal. También hay cítricos, pero más que nada es la uva y el nogal.

Platíqueme de su trabajo, licenciada.

Nos falta infraestructura, como se puede dar cuenta no contamos con cancha. No contamos con un espacio donde los niños puedan llevar a cabo sus actividades recreativas, tenemos que hacerlo al aire libre y en la tierra. No tenemos cancha ni lo que es el material deportivo. Y en las aulas, pues tenemos que adecuarnos a lo que hay, en lo pedagógico también. En Pronim Sonora sí se ha trabajado mucho, yo tengo en el programa un año y medio apenas, pero se ha venido trabajando desde hace años, pero yo considero que hacen falta muchas cosas, falta mucho camino por recorrer. En lo pedagógico sí se nos apoya y se nos exige, se nos exige mucho, como si fuéramos maestros de una escuela regular; aunque somos de otro programa se nos exige muchísimo. A mí me parece bien, porque nos están dando las herramientas para ser unas buenas profesoras, en ese aspecto sí, pero hay otras cosas que se están dejando de lado, como el equipamiento. Ahorita tenemos un programa que es el de Escuelas de calidad que sirve para transformar las instituciones, pero desgraciadamente esos recursos nos llegan a nosotros a lo último, se ejerce el recurso después de que se termina el ciclo escolar. Muchas veces tenemos que aportar de nuestra bolsa. Como lo comentaba el maestro, fuera del salario no tenemos prestaciones, no tenemos aguinaldo, no tenemos prima vacacional, no tenemos ningún tipo de beneficio, ni servicio médico.

Desgraciadamente, en los campos agrícolas no nos permiten construir, entonces el programa de Escuelas de calidad no puede entrar ahí más que para hacer adquisición de computadoras, de equipos, pero no puedes hacer una construcción, pudiendo tener tus baños, tu aula, tu laboratorio, tu centro de cómputo; no puedes porque es una propiedad privada. Y aquí la mayoría son dueños extranjeros, entonces pues ahí también entra lo que es la mentalidad; la mayoría de los dueños son estadounidenses, entonces ahí entran otros intereses, políticos y no sé, mejor de eso no hablamos.

Siento que hay aquí un compromiso personal muy fuerte de parte de ustedes, profesora.

No sé qué sea, pero tiene algo que absorbe, te absorbe, te jala; te enamoras del programa, te enamoras de los niños y te pones la camiseta. Y hay veces que por más que te la quieras quitar, aunque haya tantas necesidades, no puedes, es algo que no está en uno. No tengo palabras yo para decir por qué, yo considero que puedo estar en otra parte y que puedo ganar más, pero no sé, no hay una explicación. Lo que pasa es que mientras queden esos pequeños… como le diré, baches, esas pequeñas cositas que se tienen que subsanar; hay mucha migración por parte de los maestros, porque van y vienen, como los niños, los maestros también. Entonces esa es una de las dificultades o, pienso yo, debilidades que tiene el programa, porque no tiene previamente establecida a su base de maestros. Estamos cambiando igual que los niños, porque ahorita es una escuela, y en tres meses puede no haber escuela.

Lo que veo es que ustedes hacen de todo; usted, por ejemplo, además de tener cuatro grupos, se esmera mucho por entenderlos.

Yo pienso que cumplimos muchos roles, o sea, los maestros aquí y en particular las mujeres, suplimos esa parte que está un poco ausente en la vida de los niños, entonces yo pienso que llenamos un poquito ese vacío que ellos tienen, esa necesidad de afecto, de cariño, de amor, de reconocimiento. O simplemente de un gesto, una mirada, una palabra, una palmada. Yo pienso que eso es lo que te ata. Como mujer, pues uno siempre va a ser más sensible a las necesidades de estos niños y pienso que es lo que a mí me mantiene aquí todavía. También el poder saber o que te digan: “es mi maestra, yo no sabía leer y ella me enseñó a leer; ella me enseñó o ella me compartió lo poquito que tenía”, porque ellos saben cómo vivimos nosotros también, convivimos con ellos, comemos con ellos, aprendemos de su cultura, de su comida, de todo, entonces llega un momento en que eres parte de su familia. Es muy difícil abandonar esto. Yo he trabajado en escuelas regulares, pero no es igual, es muy poco común que te digan mamá, pero aquí te dicen mamá. Y en su casa o en sus cuartos, donde ellos viven a sus mamás, les dicen a ellas maestras. Entonces es algo muy bonito, yo creo que esa es la satisfacción y ese es el motivo por el que yo sigo aquí.

¿Qué cambiaría si pudiera?

Quisiera ser el rey Midas y poder cambiarles un poquito la mentalidad a los papás. Estamos en unos tiempos muy difíciles y las mamás tienen que trabajar, entonces yo quisiera que hubiera mejores sueldos en sus trabajos; es el gobierno, son las instituciones, yo cambiaría todo, pero no puedo. No puedo cambiarlo. Entonces, mientras esos niños tengan necesidad de cariño, como la mamá tiene que salir a buscar el pan de cada día, las cosas no van a cambiar. La familia educa, nosotros nomás enseñamos, nosotros tratamos de transmitirles conocimientos a los niños, pero si los padres no están con nosotros, no podemos llegar a ningún lado, solas no podemos. Que no sea un programa que nomás esté por llenar un hueco, un vacío. No. O sea, que tengamos la misma importancia que un maestro de una escuela pública regular, porque sí somos maestros.

Muchas gracias, maestra.




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lunes, 29 de octubre de 2018

Lo que más necesitan es cariño


En la Escuela Pronim de Monteverde del municipio de Janos, localizado en el extremo norte del estado de Chihuahua, nos recibe la profesora  Alma Edith Terrazas Escárcega, una joven con bachillerato terminado que estudia la carrera de ingeniaría en sistema empresarial en el Tecnológico de Nuevo Casas Grandes; adicionalmente tiene un diplomado en ciencias de la educación y da clases de educación inicial en este centro hace tres meses. Es septiembre de 2012 y el calor del verano persiste en este tórrido desierto de polvo fino que se halla cerca de la frontera con los Estados Unidos. Pronim es un programa de gobierno que busca atender a los niños que acompañan a sus papás, migrantes económicos que llegan hasta sitios tan lejanos de la geografía mexicana, como este, a la cosecha de diferentes frutos y vegetales.



Cuénteme de su trabajo, profesora.

Mi trabajo es estar frente al grupo, darles clases a los niños, que los niños aprendan y sobre todo superarme. Los niños vienen la mayor parte de Guerrero, son niños migrantes mixtecos de Guerrero y uno que otro de Oaxaca. Es un  reto muy distinto a la educación regular, porque vienen niños que traen diferentes costumbres, tradiciones y diferentes formas de vivir, que es diferente a lo que uno está acostumbrado a ver.

¿Qué es lo que demanda un grupo itinerante como este?

Yo doy primero y segundo de primaria y la gran dificultad es que los niños, muchos, son muy rebeldes. Eso en número uno, rebeldía; otros no hacen caso y es lo que me da más trabajo. En estos tres meses he tenido unos ciento cinco alumnos, al principio los dividí por edades, por grupos y ya, les ponía una actividad a cada uno; para poderlos tener medio quietos terminando el trabajo, los ponía a dibujar, ese método me quedó fabuloso porque se quedaban muy quietos, dibujando y coloreando. Es lo que los tuvo quietos.

¿En qué condiciones educativas llegan los niños, profesora?

Ellos no conocen ni las vocales. Pero los motiva aprender a leer; leer y sumar, es lo que los motiva: “maestra, yo vengo a que me enseñe a leer y a hacer números”. Es lo que los motiva y sobre todo que, al terminar, quieren ellos tener una carrera. Unos quieren ser doctores, otros maestros, es lo que más les llama la atención; alguno quiere ser veterinario, pero la mayoría doctores y maestros. Uno que otro dice que quiere ser jornalero, porque ganan dinero, para ganar dinero.

¿Cómo ve las relaciones familiares de estos niños con sus padres?

Ellos les tienen mucho miedo a sus papás, porque no los obedecen y yo creo que sí los golpean, los ven con miedo y temor. Los niños, en cuanto llegan, lo que hacen es acercarse y abrazarme, se me acercan y también les doy su abrazo y se sienten bien acompañados. Y cuando yo los recogía en sus casas, les hablaba a sus papás y le decía: “señora, su niño no me hace caso”, la reacción de sus papás era luego luego la violencia. Y sí, iban conmigo: “maestra, lléveme a mi casa porque me da miedo que mi mamá me va a regañar”. Sí, les falta cariño.

¿Qué es lo que más le agrada de su trabajo, profesora Alma?

Mi satisfacción es estar frente al grupo, ayudar a los niños porque, de veras, sí lo necesitan; lo que más necesitan es cariño. Mis planes son seguir estudiando, continuar con Pronim porque me gusta dar clases. Y referente a la escuela, tener un salón apropiado con sus muebles, su escritorio, sus mesas; o sea, un lugar estable donde estar, para que los niños ya no batallen. Eso es lo que me gustaría.

¿Gusta agregar algo?

Sería todo de mi parte, pero me gusta mucho lo de la educación y me gustó el programa, porque son niños que carecen de mucho afecto y con uno se sienten apapachados.

Muchas gracias.

A usted, gracias.



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viernes, 26 de octubre de 2018

Las calaveras del 2018




Desde el lunes 29 de octubre Mitos sin sustancia (el blog de enfrente) cumple una vez más con la tradición de las calaveras y su tanda de versos; retratos ardientes de políticos calientes que devinieron clientes del tridente. Infiernos eternos para todos ellos, incluidos los yernos. Ya se han encendido las hornillas del averno.


Foto de Emilio Salceda

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domingo, 14 de octubre de 2018

Venimos a trabajar y vamos llegando


La colonia La Peña, en el norte del municipio de Mixquiahuala de Juárez, Hidalgo, se alcanza tras tomar la carretera México-Laredo hasta el quicio mismo del Valle del Mezquital. Los pequeños propietarios que siembran básicamente ejote, reciben a familias jornaleras provenientes de los estados de Guerrero, Morelos y Oaxaca. Todas estas tierras son regadas con aguas residuales del Distrito Federal, por eso está prohibida la siembra de hortalizas, aunque en este mes de agosto de 2012 se ve bastante maíz y no pocos campos de alfalfa regados con eficientes máquinas dispensadoras de agua. Pero aquí lo fuerte es el ejote, a eso vienen los jornaleros agrícolas con sus numerosas familias, los puede uno ver descansando a la sombra de las casuarinas que proporcionan una modesta y solapada sombra al mediodía.

La profesora Ana Lydia Benítez Hernández, egresada de la Universidad Pedagógica Nacional, me recibe en un salón del Preescolar del campamento La Cruz en donde procura la educación a un grupo de niños móvil, de tiempo parcial, trabajadores del campo sin apenas apoyo de los padres, migrantes temporales que se emplean como jornaleros en las cosechas de ejote y maíz.

¿Qué la tiene trabajando en este lejano lugar, maestra?

Me acabo de inmiscuir al programa, pero mi hermana lleva diez años aquí, entonces no me era desconocido el programa, yo ya sabía cómo trabajaba por mi hermana, me platicaba qué es lo que hacía, entonces no se me hizo tan complicado; a la mejor el idioma, la lengua de los niños, en este caso porque había niños que no hablaban español, pero me apoyo con otros niños para que les puedan traducir.

Platíqueme del programa.

El Pronim es un programa muy ambicioso porque sirve a los niños sin ningún lucro, son niños que también tienen la necesidad, quieren seguir preparándose, y si yo puedo contribuir a esa formación, a poner un granito a mis niños, aunque sea que puedan sobresalir terminando primaria, ¿por qué no ayudar?

Yo le voy a hablar del reto del preescolar de aquí. El reto en preescolar es que tengamos un libro que nos apoye más, lograr que los niños sean más independientes. Yo creo que a los niños los he hecho más independientes, he logrado que los niños canten delante de personas, he logrado que los niños bailen frente a las personas, hay muchas cosas que se han logrado y eso lo que voy a seguir haciendo, si seguimos trabajando y ponemos ese empeño. Yo bailo, canto, me pongo de cabeza para que ellos despierten y se contagien de la alegría de la escuela.

¿A qué libro se refiere, profesora?

Cuando le hablo del libro, un libro que esté más adaptado a sus condiciones: ¡un libro Pronim! Nosotros tenemos guías, pero, por ejemplo, en caso de preescolar, siento que la guía no está muy bien adaptada al contexto. Sí, tenemos la guía y nos proporciona ciertas fichas, pero no cubre las expectativas. Entonces yo me refiero a cuando trabajamos con el libro oficial que, claro, no toma en cuenta las características de nuestros niños, pero es con el que trabajamos. Pero sí sería bueno contar con un libro que sea para ellos, exclusivamente para ellos y que realmente, pues, tomen en cuenta estas necesidades.

Platíqueme de sus niños.

Ellos se van a trabajar con sus papás, la mayoría de los niños pequeños se va con sus papás. ¿Qué hacen?, hay niños, por ejemplo, que sí trabajan; muy pequeños, de cinco años; hay niños que vienen y me platican: fuimos a cortar ejotes. Ellos también cortan ejote, pizcan elote. Pocos niños son los que no lo hacen. Muy pocos niños son los que no llegan a cortar. Pero sí, ellos también cortan a pesar de su edad. Imagínese, cómo no venir a dar lo mejor de nosotros. Yo sé que ellos vienen cansados, vienen: ¿maestra, me deja ir a comer? Claro, ve. Se van a comer. Regresan. ¿Qué sigue, maestra? No los puedo detener, porque es ilógico. Maestra voy llegando, pero voy a ir a comer. Sí, ve a comer, aquí te espero.

¿En qué se diferencian estos niños de los de escuelas regulares, profesora?

El contraste con los niños de escuelas regular es muy grande, pero metodológicamente menos. Con los niños migrantes llegamos, saludamos, pregunto: ¿cómo estamos?, ¿qué hicieron?, me platican. Cantamos, buscan su nombre en su sillita, porque ya lo identifican, les pregunto qué día es hoy, que día fue ayer, hacemos el ejercicio de recordar, qué hicimos ayer. Que los monitos, maestra. Se refieren a que jugamos a las sombras en la pared. Entonces con esas temáticas ya se empieza a trabajar, le damos continuidad a la actividad de lo que hicimos un día anterior. Pero el aprendizaje es igual, su nombre, los números, las palabras, porque ya no son letras, sino palabras: puerta. Tampoco sílabas, sino palabras concretas: ventana, ¿qué dice ahí? Ventana. Puerta, carro, pizarrón. Procuramos etiquetar los nombres de las cosas para que ellos vayan reconociéndolo, pero igual se trabaja.

¿Cuál es el papel de los papás en todo esto, maestra?

Nosotros qué más quisiéramos que los papás nos apoyaran, pero ellos cumplen con ir a trabajar y trabajan, trabajan mucho, me impresiona cómo trabajan. Se lo avientan corridito, por eso no vienen a la escuela, nada más vienen los niños, llegan solitos, no vienen a dejarlos, no vienen de la manita. Viven cerca la mayoría, otros más retirado que vienen con sus hermanitos más grandecitos. A veces cuando nosotros llegamos a mandar llamar a un papá, sí vienen, pero llega, se para y ¿qué quiere? Pero hay otros papás, que es la gran mayoría, que están muy cerrados. Por ejemplo, la mamá de esta niña sí viene, pero una vez al mes. Digo, bueno, al menos la señora procura venir. No es que tengan miedo, pero sí son desconfiados. Son desconfiados. Desconfiados en el sentido de que no cualquiera viene, por eso nosotros vamos y les explicamos. Llegamos hasta sus casas y nos presentamos, les decimos que somos las maestras de Pronim, que por favor nos manden a los niños a la escuela, y ya nos van identificando, “ah, esa es la maestra”; los más grandecitos también nos anuncian cuando nos ven venir: “ahí vienen las maestras”. Entonces los papás nos ven. Pero si llega una persona extraña son muy callados, no le cuentan más que: venimos a trabajar y vamos llegando.

¿Cuáles son sus principales necesidades?

Necesidades muchas, a la mejor un salón amplio. Yo quisiera tener mi salón súper bien, ahora lo comparto con otras dos maestras y sus grupos, pero nos vamos adaptando con lo que tenemos aquí, finalmente no nos quedamos con los brazos cruzados, buscamos la manera y nos adaptamos “a”. Pero si usted me pregunta qué es lo que quiero, pues eso es lo que yo quisiera: un salón, más material, aulas para cada grado.

Platíqueme del lado agradable de estar aquí en La Peña.

Mi satisfacción más grande es ver a los niños que se desenvuelven, que vengan y que vengan contentos, que digan: maestra, vamos a cantar, sí, vamos a cantar; maestra, vamos a bailar, sí hija, vamos a bailar; que ya les interese estudiar. Maestra, vamos a trabajar en la libreta. Sí, hija, vamos a trabajar en la libreta. Que lleguen y empiecen a interesarse por la escuela, que quieran progresar; nosotros aquí les preguntamos a los chiquitos: ¿qué quieres ser de grande?, ellos a veces todavía no se ubican y dicen que cortar ejote, le decimos: no, hijo, mira, hay cosas… y les empezamos a platicar, que ellos vean que hay otras cosas, y aquí se los estamos proporcionando, aquí les estamos diciendo eso. Yo quiero ser como tú, maestra. Bueno ¿quieres ser maestro? ¿Me falta mucho?  Sí, hijo, sí te falta mucho, pero lo puedes lograr. Pero al menos ya empieza a decir quiero ser como tú. Es un gran, grandísimo avance.

Muchas gracias, profesora.

Gracias a usted.

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miércoles, 10 de octubre de 2018

Hermanas por la educación



Para Abel Aguilar, que me llevó con sus mujeres

En torno a la mesa del comedor seis mujeres me reciben para hablar de sus experiencias en el magisterio. Cuatro de ellas son maestras jubiladas: Yolanda, Estela, Juana y Martha Galeana Tabe, su hermana Bertha y su madre Victoria Tabe, maestra culinaria que me demostró su doctorado al darme a probar unos deliciosos Yeprajes.

El origen

VICTORIA TABE, MAMÁ: Ay, señor, pues yo vine aquí a las edad de seis años, en 1923, llegamos de Siria. Yo nací en Rusia, en un pueblo de Rusia, estuvimos allí mucho tiempo, luego en Francia. Ya, en 1923, venimos aquí a Puebla, directamente de Siria, que era nuestra tierra, donde había una guerra. Hablábamos sirio-caldeo. Aquí crecimos y la ciudad era muy distinta. Había carretas de caballos y muy pocos coches. Vivíamos en la 5 de Mayo y el Paseo Bravo estaba lejísimos. Dicen que inventamos el taco árabe, pero en realidad es de unos… ¿cómo se llaman? unos “harbanos”, pues nosotros no sabíamos hacer nada cuando llegamos. Entonces estas personas le enseñaron a un pariente el taco árabe. Empezamos a hacerlos, el primero fue el papá de mis hijas, era muy trabajador, y pusieron una taquería llamada La Oriental. Actualmente son mis sobrinos los propietarios. Pero la primera taquería fue la Bagdad en la 2 Poniente, primero en Catedral y luego en la 2 Poniente. Ahí puso el papá de mis hijas y su hermano una taquería: Bagdad. Ahí está todavía, con los sobrinos. Así es que de ahí empezamos a trabajar.

Es una satisfacción muy grande tener a cuatro maestras. Vivimos mejor, porque cuando estudiaron costó mucho trabajo porque no había manera, pero gracias a Dios salieron mis hijas adelante porque ellas pusieron mucho empeño. Gracias a Dios estoy satisfecha.

Nace una vocación

ESTELA: Nosotros convivimos cuando éramos pequeñas con maestros. Una familia muy allegada a nosotros. Por cierto, una integrante de esa familia, fue amiga de una hermana de nosotros que falleció, Olga, que era la mayor. Entonces nos interesó mucho la carrera de maestras porque vinos el desenvolvimiento de esa familia y nos interesó.
A mí, en lo particular, una de ellas me dio clases. Antes de que entrara yo al kínder ella me enseñó prácticamente a leer, de ahí nació nuestro interés por el magisterio. Y créame que nos agradó tanto ver a esa familia, que nos invitó a estudiar esta carrera, de la cual nunca nos arrepentimos. Ahora ya estamos jubiladas, pero de ahí nació el interés por el magisterio.

YOLANDA: Yo fui la primera que empecé entrando a la Normal  y a mí gustó mucho la carrera. Y como ellas vieron que a mí me gustó, pues me fueron siguiendo. Fui más o menos la guía de ellas, porque yo fui la que empecé. Es una carrera muy bonita y no nos arrepentimos de ella. Lo que más extraña uno como jubilado son las risas, los niños, los juegos, las caricias y el gusto de estar cerca de los niños. Es lo más bonito que puede haber en la carrera de magisterio. Yo, cuando me jubilé, estuve a punto de enfermarme, porque a mí me gustó mucho la carrera.

JUANA: Desde que salí de la Normal, quizás antes, porque ya lo traía yo de vocación. Sobre todo en los niños, donde se refleja la maternidad. Los niños son el futuro, el futuro de la nación y están en nuestras manos, los moldeamos nosotros. Llegan como un papel en blanco, sin saber nada, entonces los vamos moldeando, como plastilina. Ya, los vamos llevando. Yo siempre tuve primer año, toda la vida.

MARTHA: La motivación que experimentaron mis hermanas fue la  misma mía, en la práctica el estar con los alumnos, el convivir con ellos hace más grande ese amor, esa entrega total. La ilusión más grande era empezar a trabajar, empezar a convivir con los alumnos. Y así fue, lo hice en mi primer año de trabajo, en Atlixco, en la escuela Lázaro Cárdenas, con niños de primer año, 78 alumnos en aquel entonces. En Atlixco, en aquellos años estaban las fábricas en su apogeo. La fábrica de Metepec, la de la Concha, la Concepción, es decir, que Atlixco se movía por el medio obrero. Teníamos alumnos de todos los obreros que estaban por ahí. Claro está que en ese tiempo veíamos muy bonito a Atlixco, todavía lo está, pero hoy ya no se mueve, ya no existe la influencia de las fábricas de ese tiempo.

JUANA: Estudiamos las cuatro en la Normal del Estado de la 11 Sur, del Paseo Bravo. Al salir yo me fui a un pueblito que se llama San Lucas el Grande, que pertenece a San Martín Texmelucan. Mi primera impresión es la de llegar y ver una escuelita chiquita, “qué voy a hacer acá”. Pues ya, teniendo el material humano se desenvuelve uno y lo primero que uno hace es entablar con los niños una amistad, para que ellos no le tomen a uno miedo de ver una persona extraña y mayor. Entonces entablamos una amistad desde el momento en que nos entregan a los niños. No somos maestra y alumnos, somos amigos. Siempre fui de amistad, no fui de una tiranía o una autoridad, amistad de maestro y alumno, con su distancia.

YOLANDA: Cuando salí de la Normal mi mamá me fue a dejar a San Martín. A mí se me hizo que era un lugar lejísimos a donde me habían mandado. Como estaba joven y un poquito tonta, pues nunca había salido de Puebla, mi mamá me recomendó con unos maestros que conocía allá. “Que se vaya con ustedes, que la acompañen, que la lleven”. Y así fue como empecé a tener amistad con los maestros, con los niños, con los padres de familia. Así fue como estuvimos.  Llevé yo un portafolio y ahí empezaron a  decirnos qué material era para trabajar. Muchas veces uno se arrima a los maestros mayores para que la vayan ayudando a uno, porque no sale uno con la experiencia de un maestro. Uno sale con lo que le enseñan en la Normal, pero ya el maestro se va haciendo en el trabajo, en la práctica.

No todo es miel sobre hojuelas…

ESTELA: Lo mío fue diferente, porque yo para que me dieran mi plaza dilaté dos años, entonces, cuando a mí me mandan a Cholula, junto a un grupo de jovencitas maestras, nos dicen que vamos a ir a fundar una escuela. Yo fundé una escuela, no crea que un edificio nuevo, no, era un edificio antiguo. Antes estábamos separados el sistema federal y el sistema estatal. Mi hermana Juana y yo respondemos al sistema federal. Y mis otras dos hermanas al sistema estatal. Llegamos a fundar una escuela, que era la antigua Bonilla, pero ahí no teníamos alumnos, sino que nosotras fuimos al mercado a sentarnos a captar alumnos, porque no teníamos ni uno. Ahí estábamos sentados en el mercado, unas nos poníamos a escribir, y las otras a hacer proselitismo. Llegábamos y les decíamos: “Somos maestras, venimos a fundar una escuela. Ustedes la conocen como la antigua Bonilla que ahora se va a llamar Celerino Cano, nosotras venimos con la finalidad de que vayan, que nos tengan confianza, que manden a sus hijos, no los vamos a defraudar”. Pues la mayor propaganda fue en el mercado, dos semanas y captamos muchos. El primer año que yo tuve fue primer grado, tuve alumnos hasta de 14, 15 años. Y nos lo permitieron. Ahora no, no permiten eso. Pero nos lo permitieron porque apenas estábamos nosotras fundando esa escuela. Así pudimos captar la población escolar, doce o trece alumnos por cada grupo. Luego fuimos incrementando los grupos a través del tiempo. Mi situación fue un poco diferente que la de mis hermanas, porque yo no tenía alumnos que correspondieran en edad cronológica a la edad escolar, pero fue bonito, porque ahí tuve diferentes experiencias. Una vez fui a la gasolinera y un señor de bigote que me dice: “Usted fue mi maestra de primer año”. ¿Dónde? “En Cholula, cuando empezaron. Se acuerda usted, andaban en el  mercado…” Esas experiencias son muy bonitas: el llegar y fundar una escuela, el que los padres de familia le tengan a uno la confianza de poner en manos de unas jovencitas que andan en el mercado consiguiendo alumnos para su escuela. Ahí estuve cinco años, después a toda la escuela nos pasaron a la Chicalotera, que es actualmente por Salubridad. Eso eran sembradíos, ahora está Salubridad, antes nada más exclusivamente la escuela rodeada de milpas. Pero ahí ya nos fuimos a un edificio nuevo. Y como siempre, uno estudió por el cariño, el acercamiento hacia los alumnos, que yo le voy a decir, no sé si esto lo edite o no, pero en ciertas ocasiones no siempre es uno bien correspondido, ni con los padres de familia ni con los alumnos. Es mucha la entrega, el apostolado del maestro con los alumnos, y en algunas ocasiones, aunque no trabaja uno con la finalidad de que sea recíproco el pago, hay situaciones que le duelen a uno, ciertas actitudes a veces de los alumnos y a veces de los padres de familia. Así como habemos maestros que muchas veces no sabemos corresponder a la confianza que los padres de familia nos dan. Pero sí, en ciertas ocasiones, duelen las actitudes.  Por ejemplo, una vez, y ya aquí en Puebla, a mí me tocó, porque casi siempre tenía sexto año, una vez me tocó el vestuario de los alumnos, ya ve que es lo que se estila. Y llega una señora que no fue a la junta general. Ese siempre fue el error de los padres de familia, no asistir a las asambleas y discutir sin bases. Llega una vez una madre de familia y me dice: “maestra, vengo a ver por qué razón le van a poner este vestido a mi hija”. Le digo: señora, ese vestido se le va a poner porque fue el que se acordó en junta de padres y maestros. “Pues no estoy de acuerdo”. Bueno, si no está usted de acuerdo, hubiera asistido a la junta. “No tengo tiempo”. Pero agresiva, agresiva. “No tengo tiempo de venir”. Entonces le digo: si no tiene usted tiempo, ni modo, tiene usted que unirse a la decisión de los demás padres de familia. “Pues no, y sabe lo que le voy a hacer, la voy a ir a acusar a la SEP”. Por qué esa es la amenaza. “La voy a ir a acusar a la SEP”. Vaya usted a donde guste y acúseme con quien quiera, hay un acta firmada por los demás padres de familia que sí aceptan el vestuario. Me aventó la puerta y me dijo hasta de lo que me iba yo a morir. Es nada más una probadita de los tragos amargos que pasamos en el magisterio. Es bonito, es muy bonito, pero es una carrera con muchas amarguras, con muchos sinsabores. Es bonito cuando ve uno que el alumno aprende, es bonito cuando ve uno que el alumno se porta bien, que el alumno sigue los consejos que le damos. Pero los padres de familia creen que nosotros vamos a educar a los hijos y ese es un error muy grande. La educación la llevan del hogar, nosotros vamos a colaborar con los padres de familia, si se puede, si ellos permiten, la educación de sus hijos, más no es la obligación del maestro. Muchas veces, también, yo le soy sincera, no es la obligación de los padres enseñarles a los alumnos sus tareas. Ahí andan las mamás investigando la tarea. No, no, no. Tampoco. Yo nunca fui partidaria de eso. Siempre les dije a los padres de familia: “estoy aquí para enseñarle a sus hijos, ustedes no tienen la obligación de hacerlo, ustedes tienen la obligación de vigilar que el alumno cumpla, que el alumno venga bien presentado a la escuela, que venga con sus tareas, que usted firme de que revisó la tarea de su hijo ¿no es cierto? Pero hay medios en que no, hay medios en que el padre de familia llega sin saber a lo que va, se le manda un citatorio y se le dice: junta de padres de familia para tal, tal y tal asunto. Pues ni lee el citatorio. Yo creo que el niño le insiste y llega sin saber a lo que va. Llega a hablar lo que no debe hablar, llega a agredir porque quiere agredir al maestro. Llega con la espada desenvainada. Así como hay maestros que se lo ganan, hay veces que no. Es como en todo. Hay maestros, la mayoría, que somos maestros muy competentes, muy buenos, pero hay veces en que, vamos ser realistas, de que hay maestros malos.

Pero sí hay miel…

YOLANDA: Recuerdo… aquí en la Juan C. Bonilla, recuerdo a la maestra Rosario Rodríguez Zayas, que se portó muy bien conmigo y a todos los maestros nos quería mucho. Me ayudó. Junto a ella fue cuando empecé a saber trabajar. En San Martín estuve como año y medio, pero aquí en la Juan C. Bonilla estuve 28 años, y aquí fue donde ella me enseñó a trabajar y me enseñó a llevar a los niños por el buen camino. Cada año uno inicia el mismo ciclo, se acostumbra uno a cierta rutina, pero sí se tiene uno que ir renovando conforme a los planes, los programas, todo lo que nos van pidiendo, porque antes de entrar al trabajo tenemos junta, tenemos cursos, y con eso nos vamos renovando.

ESTELA: Cada ciclo escolar que inicia es diferente al anterior. Los alumnos que ingresan son diferentes a los anteriores, los padres de familia también. Cada ciclo escolar que inicia es un cambio y son experiencias que tenemos los maestros, lógicamente uno emplea diferentes técnicas para impartir los conocimientos. No siempre es lo mismo. La técnica que emplee en este ciclo escolar me va a servir para el siguiente, conforme se presente el grupo, en el sentido de cómo vienen los alumnos, que es muy importante. Cómo recibe uno a un grupo, qué adelanto tiene, qué costumbres van teniendo de los grados anteriores, qué hábitos traen de esos grados, con eso uno va adaptando el proceso de enseñanza-aprendizaje.

JUANA: Siempre en el primer año, 31 veces contados desde el primero al último. La distinción entre ellos es que la edad de los niños no siempre es la misma. En los pueblos los meten antes de la edad reglamentaria, que es a los seis, bueno, pues los meten a los cinco años y medio, entonces cuesta más trabajo, no llevan kínder y cuesta más trabajo para enseñarles. Se tiene uno que adaptar a ello, a su nivel en todos los aspectos. El primer año es muy valioso, porque llega el niño sin saber nada, entonces uno lo tiene que ir llevándolos por el camino. Yo tuve una alumna que le decía: a ver léeme, vamos a leer tal o cual página. Empezaba a ver los dibujos y me empezaba a decir lo que veía, no lo que leía: “el niño está caminando, el niño corre, el niño se está bañando”, tal como lo veía en los dibujos lo describía. No leía, desde luego que no, sólo por las imágenes.  Me acuerdo de cuando llegué, una niña se acercó a decirme, con sus manos todas cochinas: “Maestra ¿comemos esta torta de frijoles? Me la comí, porque yo quería que la niña viera que soy igual a ella, que no hay distinción entre maestros y alumnos. La comí porque tenía que comerla y porque me dio gusto comerla con ella. No le podía hacer a un niño un feo, ni de mí salía. Primero enseñaba el método fonético, hace muchos años, por sonido. Cuando vine a Puebla empezaron los proyectos. La diferencia es que en el primero se visualiza la palabra, entonces se separa por sílabas, hasta llegar a la letra. Ese es el fonético. Y el de Proyectos, se presenta la letra y se va por sílabas, ya no por sonidos.

MARTHA: Para completar lo que mis hermanas han dicho, sobre la experiencias de tener un contacto directo con el niño. Por ejemplo, tuve una experiencia muy grande, de un chiquito de primero. A la hermana la llevaron al kínder y él llegó tarde. Le digo: sabes qué, que ahora no te vas. “Ay, nomás déjeme usted ir por mi hermanita al kínder y regreso a quedarme acá”. Muy listo el chiquillo, hoy ya es un hombre, ya lo he visto de grande. Muchas veces, ya las caritas no las recordamos, pero por algo que nos dicen recordamos que son ellos. No lo dejé ir. “Sabes qué, te vas a ir con la empleada de servicio, ella nos trae a tu hermanita y aquí esperamos a tu mamá”. “No, dice, porque mi mamá no viene, yo soy el hombre de la casa, tengo que ir a traerla”.  A tres calles de la escuela que estaba el kínder. No era posible, teníamos que ver a los niños. En otra ocasión iban a llegar de Salubridad a hacer un programa, entonces dice el director: “Sabe qué maestra, deme a tres de los niños, nos van a leer la lección que usted les ponga”. Bien, tú vas a leer de aquí a acá, y así tú y tú... Así, veo que pasa el chiquito, luego pasa el otro y luego el otro, los tres muy bien. “¿Maestra, pues qué usted ya terminó el programa? El niño está leyendo perfectamente bien”. Sabe qué maestro, le digo, es que nosotros, después de haber terminado con las letras, principiamos ya con la lectura completa, por eso es que el niño lee en esa forma.

Experiencias hermosas, muchas amargas, pero muchas más las buenas.  Un niño debe aprender a leer a los tres meses, pero hay niños que tardan más. Se tiene uno que ir más lento y tiene que volver a empezar, para que todo el grupo se empareje. Es idéntico a comenzar a hablar, el proceso mental es el mismo.

YOLANDA: El aprendizaje depende de la alimentación y del medio donde se desenvuelvan los niños. Porque hay unos que tienen mejor medio de vida y aprenden más rápido, porque están mejor alimentados o porque sus padres están más al pendientes de ellos. Porque a otros de les deja por el trabajo o por problemas familiares, tienen  a los niños un poco abandonados y eso no les ayuda lo suficiente en el aprendizaje.

ESTELA: El magisterio es precioso, pero no todo es color de rosa. Mire usted, en la Normal, donde estudiamos, nos pintaban todo perfecto, nos pintaban todo bonito, que no íbamos a tener problemas, y la realidad, ya en el trabajo, en la práctica, es muy diferente. En la práctica nos encontramos con muchos tropiezos, yo creo que como todo profesionista ¿verdad? Con muchas situaciones difíciles de resolver, que las resolvimos, pues. Gracias al grupo de maestros del que formé parte, puras jovencitas con ganas de trabajar, con ganas de conocer a los niños, con ganas de conocer un nuevo mundo, que era lo que íbamos a conocer, orientamos adecuadamente nuestro trabajo. En primer lugar describir y en segundo lugar ejecutar. Pero, realmente, cuando llega uno con los alumnos, la situación es muy diferente. Cuando yo llegué a Cholula, de ir a conseguir alumnos que no tenían escuela, alumnos expulsados, alumnos de hogares desintegrados ¡imagínese lo difícil que es! No es lo mismo que cuando llega a uno a una escuela y sale un director muy amable que dice: “buenos días maestra, la voy a presentar su grupo. Niños, está va a ser su maestra”, a lo que yo viví. Yo, por los 28 años que trabajé le doy gracias a Dios de que fui maestra, de que no elegí otra carrera más que esa, porque es muy bonita. Pero no todo es color de rosa. No todo es llego, imparto mi clase con la participación de los alumnos, y todo queda claro. No, no, no. El niño que trabaja llega a la escuela a dormir. El niño ya fue al Seguro Social, el niño ya hizo el quehacer de la casa, el niño ya cuidó a sus hermanitos. Yo les decía a las mamás: la obligación es de ustedes, a ellos déjenlos vivir su edad, no los responsabilicen como padres de familia, porque había niños que lavaban, planchaban, iban al mercado, resolvían el problema de los padres. Esas son situaciones difíciles.

Sindicatos y anexas

YOLANDA: El sindicato fue de apoyo, claro que nosotros nunca lo necesitamos mucho, más bien las maestras que son problemáticas, pero como nosotros en realidad nunca tuvimos problemas, nunca tuvimos a qué acercarnos. Es o era para apoyo del magisterio, pero que yo le diga “sabe que me apoyaron en esto o en lo otro”, no. Cuando murió mi esposo me dijeron que me iban a dar otra plaza, pero no me la dieron. En ese sentido no hubo apoyo. Fuimos muy cumplidas y no tuvimos problemas.

MARTHA: Nunca hubo apoyo para uno, en particular para mí, pero maestros con problemas son los que están ahí, Y maestros que se quieren acomodar dentro del sindicato, son los que están recurriendo a él. Yo pienso que todos los sindicatos son iguales, buscan el medio para acercarse al trabajador, pero ya cuando no les parece, lo jubilan porque ya no les conviene. Lo han hecho con varios compañeros. Pero que esté pendiente el sindicato del maestro o de cualquier trabajador, no.

JUANA: Yo, como nunca tuve problemas, nunca me presenté al sindicato. Cuando cumplimos treinta años nos dieron nuestro reconocimiento de 30 años. La delegación. Porque nosotras nunca faltamos.

ESTELA: El sindicato es una organización para unos cuantos maestros, para unos cuantos nada más. Para los que están allegados al secretario general, para el que le maneja el coche al sectario general, para el que le sirve a la esposa del secretario general. Eso es el sindicato. Los estímulos porque ya vienen establecidos desde el gobierno, eso ya está de acuerdo a los estatutos, ya no se pueden quitar, pero de que el sindicato apoye a la base, no. Definitivamente, nunca apoyó el sindicato a la base. Los logros que tuvimos fueron por nosotros, hay hasta cierto punto obstáculos del propio sindicato y de la parte oficial tampoco. Es de que padecimos mucho en algunas cuestiones, cuando no tiene lo que se llama la “palanquita”, sufre uno mucho. Pisotean los derechos de los maestros, pasan sobre los derechos de los maestros, la persona que es la amiguita del secretario general, usted me entiende, trabaja en tres niveles, pero… (sí, mamá, no hay problema, estamos hablando en confianza, es la verdad. Es de que, si vamos a disfrazar esto no tiene caso, sería una mentira si usted escribe que el sindicato es lo máximo, es una mentira). Ya no estamos nosotras sindicalizadas, y es una realidad que tiene sus preferencias, por eso le digo que el sindicato es nada más de unos cuantos, no es de todos los maestros, y los logros que obtenemos unos cuántos han sido con mucho esfuerzo, la doble plaza la conseguí a base de mucho esfuerzo, de mucho sufrir y de mucho tocar puertas, porque no me la querían dar. ¿Por qué? porque yo soy una maestra que me dediqué a estar en la escuela, a estar en mi grupo, a no tener palancas, entonces es muy difícil, a base de escalafón, ir subiendo. Solamente así crece uno. Y por el lado oficial, pues a veces los supervisores lo obstaculizan a uno. ¿Te puedes cambiar? “No, porque ahorita está Fulana De tal”. No maestro, usted está pisoteando mis derechos, porque yo metí mis documentos en tal fecha, esta maestra llegó después de mí y no es correcto que ella la cambie primero. ¿por qué razón?. Yo siempre defendí mucho mis derechos, siempre estuve en contra de la injusticia. Siempre estuve en contra de que a los maestros se les pidiera dinero para cooperaciones, que a los alumnos se les pidiera dinero para cooperaciones ¿por qué? si no están justificadas. Es de que, cuando uno es honesto se lo toman a mal como rebelde. Y yo fui una persona honesta, no fui rebelde, pero siempre estuve en contra de las injusticias. Por qué pedir cooperaciones a los padres si tienen menos que usted, que yo y que todos. Hay padres de familia que no tienen  un sueldo. Yo siempre fui una maestra incómoda en contra de las in justicias. Y siempre fui una maestra incómoda para el sindicato y la parte oficial, cuando no estaba de acuerdo en lo que yo pensaba. Es imposible que piense uno igual que los demás, que si el inspector está pidiendo grandes cantidades de dinero, yo voy a dar la cara por el inspector y decir: “Niños, den la cooperación”. Yo que sé qué manejos haya. Y si el sindicato pide dinero, yo ¿cómo voy a estar dando la cara por el sindicato? Va de por medio mi prestigio. Yo siempre fui una maestra incómoda en ese sentido. Siempre defendí a mis alumnos, yo siempre defendí el dinero de mis padres de familia, siempre. ¿Por qué? porque son gentes que no tienen, solamente Dios sabe con qué sacrificios mandan a la escuela a sus hijos, con qué sacrificios les compran una libreta, un lápiz ¿verdad?

JUANA: Aquí siempre nosotras tuvimos esa bandera, la de la honestidad. Principalmente mi madre nos lo ha enseñado, la honestidad ante todo. Pueden preguntar por las maestras Galeana Tabe, quiénes fuimos y qué honestas hemos sido en todos los aspectos. Y es lo que nos gusta defender eso. La honestidad en la educación es ser honesta con los padres de familia, con los alumnos, con uno mismo, con los compañeros, porque de eso depende la buena marcha. Ante el robo decir: voy a revisarlos, revisar las mochilas, en primer lugar. Como eran chiquitos, les decía: les voy a poner una marquita, al que se le ponga negra, será el culpable. Y así los engañaba. Todos empezaban a buscar en las mochilas y generalmente aparecía el objetito robado. Luego, hacerle conciencia del robo, por qué es malo, que perjudica a sus compañeros, a los papás también los desfalca porque van a tener que comprar otros útiles. Así habla uno con ellos.

ESTELA: La honestidad es hablar con la verdad aunque muchas veces lastime uno a ciertas personas, pero lo honesto es decir, por ejemplo, a mí no me parece tal o cual situación de la escuela. Yo tuve experiencias difíciles por ser honesta, por hablar con la verdad. No me parece eso, por eso y esto. No es muy político pero es honesto. Lo político no va conmigo porque no sé disfrazar las cosas, a mí me gusta hablar las cosas tal y como son, se moleste quien se moleste. El político es el diplomático, que le da a las gentes por su lado y yo no soy así.

Las palabras y las cosas

ESTELA: Yo tuve sexto año y ahí se presentan algunos problemas de sexualidad. Lo primero que hacía era reunir a los padres de familia y explicarles, desde principios de año, que se iba a tratar un tema en ciencias naturales respecto a la sexualidad. Se iba a tocar en la forma más decente y más científica que puede haber, para no agredir la moral de los niños, porque también eso es básico ¿eh? Yo inicié eso desde que estaba en Cholula, después en la Miguel Negrete. Lo inicié porque empezaron los problemas. Le dije a la directora: lo importante es hacer la reunión con los padres de familia, explicarles de  qué se va a tratar eso, dependiendo de eso ellos van a tener un antecedente y ya no nos van a tomar a mal. Se reunía a los padres de familia, se les explicaba de lo que se iba a tratar y yo les decía: si ustedes tienen la capacidad, apóyenos en su casa, si no, déjenlo en nuestras manos. Lo que yo hacía es que, después, cuando me tocaba dar el tema, nada que separar a niños y niñas, todos, el grupo tal y como es, lo sentaba, y les decía: niños, yo ya platiqué con sus papás, ahora voy a platicar con ustedes. Porque les reparte uno el libro de Ciencias Naturales y lo primero que hace el niño es buscar la página donde está lo de sexualidad y empiezan: “mira, mira…” Yo les decía: eso lo vamos a ver en su momento. Ya cuando tocaba el tema, lo platicábamos con tanta naturalidad que los niños se paraban y empezaban a preguntar: “¿por qué esto?; oiga, ¿por qué mi hermana menstruó?”. Con una naturalidad que lo trataban los niños, nunca hubo nada de morbo, ni de padres ni de alumnos, son temas muy bonitos, son temas muy naturales y que se ven perfecto. Todo depende de la forma en que el maestro lo trate. Si el maestro lo trata con morbosidad, los niños lo tratan con morbididad y las familias se le vienen encima a uno. Y con razón.

JUANA: Si el problema de la sexualidad en México sigue en tan mala forma, con tantos embarazos y abortos, se debe  a la falta de comunicación, de orientación, tanto al adulto como al joven o a la pequeña en muchos casos. Yo pienso que es eso. Falta de comunicación.

ESTELA: Afortunada o desafortunadamente todo proviene del hogar. Entonces, si en el hogar no hay base, mal. Los padres de familia en el hogar deben de tener comunicación con los hijos y hablarles ampliamente lo que es la sexualidad, hablarle cuando la niña va a menstruar y decirle “te va a pasar esto y eso”. Que no sea un tabú, pues se maneja como tal. Todavía no se hace nada. Los medios de comunicación ya lo externan, pero en la casa, donde debe de iniciarse esto, no lo hay. Deben de hablarle a los niños, a los muchachos hay que decirles que deben usar condón, así como se debe hablar de la drogadicción, los peligros que hay en una disco, donde se les puede poner substancias a las bebidas de las chicas, el peligro que hay de que embaracen a una niña. Todo eso debe partir del hogar, porque de ahí parte todo, es la base de la sociedad. Si en el núcleo familiar se ve todo esto, si hay comunicación, le garantizo que tendríamos un México mejor. Pero si en el hogar no hay el fundamento no se hace nada. Y es lo que falta: cultura en los hogares.

YOLANDA: Hay hogares donde viven todos en la misma pieza. Muchas veces yo digo que sí ven a los padres de familia, entonces quién sabe si la mente como que se les va trastornando o adelantando, de que no tienen los padres de familia cuidado en lo que hacen. Así es como viven.

Hermanas maestras

YOLANDA: Aquí en casa hicimos un equipo coordinado, un equipo muy bonito, porque cuando una no sabía alguna cosa, le preguntaba a otra. “A mí me lo enseñaron así, enséñalo de ese modo”. “Te ayudo en otra cosa”. Entonces entre las cuatro nos ayudábamos. A fin de año era un desbarajuste porque teníamos lleno de papeles. “Yo te dicto, tú me ayudas en las calificaciones”. Una cosa muy bonita.

JUANA: Intercambiamos opiniones y experiencias a través de los años.

ESTELA: Mi hermana Juanita y yo estuvimos como catorce años juntas, en la misma escuela. Se apoya uno mucho, es algo positivo. Hay matrimonios que dicen que no les gusta, pero en cuestión de hermanas sí se apoya uno mucho. Es bonito.

La misión

ESTELA: Mi mensaje: a todas las personas que quieran estudiar para maestras, que lo hagan. Es una carrera muy bonita, muy noble, una carrera que a través del tiempo le deja a uno experiencias, en general, buenas, Yo ya hablé de las amargas, pero las experiencias son buenas. Formar gente que no sabe nada y que salen con conocimientos, con hábitos, con habilidades. Es muy bonito. Pero los que van a estudiar para maestras que lo sientan. No porque “cuánto me van a pagar, cuanto voy a ganar, voy a quedar cerca o voy a quedar aquí en la ciudad”. No, que sean maestros natos, que tengan la convicción de estudiar esa carrera. Para mí el magisterio ha sido lo mejor, ya no volví a trabajar en otra cosa. Yo me dediqué al magisterio, yo soy maestra, yo siempre fui maestra y creo que voy a morir siendo maestra.

YOLANDA: Para mí fue algo hermosísimo haber tenido a los niños que llegaban con los padres de familia, se los dejaban a uno sin saber nada. Después llega uno a grande y ve uno doctores, licenciados y dice uno, bueno, la base se las di yo. Y es muy bonito todo eso. Eso es lo máximo.

JUANA: Para mí fue un peldaño para formar nuevas generaciones. Es lo más bonito que pude tener en la vida, el ser maestra. Formar nuevos ciudadanos y nuevos individuos para ser buenos a la patria. Hombres y mujeres de bien. Nada más.

MARTHA: ¿Qué podemos decir? una gran felicidad, un gran sentido de responsabilidad para haber tratado a tantas generaciones y … qué más, doy gracias  a Dios de haber cumplido. Nada más. Ahorita ya estamos jubiladas.

Muchas gracias, maestras; doña Victoria, están deliciosos sus yeprajes.